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Actividades

Desde hace unos años, cinco concretamente, la celebración del Patrón Santo Tomás está amenizada por una yincana. (Yincana, sí, con ‘y griega’ y ‘c’, ya que es una adaptación gráfica de la voz anglo-hindú gymkhana, ‘conjunto de pruebas de destreza o ingenio que se realiza por equipos a lo largo de un recorrido con finalidad lúdica). De repente, un lugar de estudio y de tránsito desganado (que no de ganado, aunque a veces lo parezca) de estudiantes se convierte en un lugar de juego y diversión.

Por una mañana, el instituto se transforma en un lugar… distinto “a todas luces” y los nuevos profesores que entran cada año quedan boquiabiertos de ver a estudiantes y docentes corriendo como locos disfrazados hasta las cejas en una especie de frenesí alocado y divertido. Y digo “estudiantes y docentes” porque una de las condiciones de esta yincana es que el grupo formado por alumnos debe buscar, solicitar y lograr que un profesor los acompañe y participe con ellos en las mismas condiciones. Aún recuerdo un año en que la totalidad del claustro estaba involucrado en esta actividad, bien poniendo y evaluando pruebas, bien participando, y aún nos faltaban ‘profes’ para acompañar a los grupos participantes.

Otro de los requisitos para participar de esta yincana es ir disfrazado según la temática. Cada año, en relación con algún acontecimiento histórico o algún tema de candente actualidad, se establece una temática para disfrazarse. El primer año fue libre, ya que todos los comienzos son más abiertos para dar más cabida a la participación; en el segundo, la temática fue la I Guerra Mundial; en el tercero, los emoticonos del móvil (divertidísimos los disfraces, por cierto); el cuarto, cómo no, el universo de Don Quijote y este año… en el IES Dos Mares, ¡Silencio! Se rueda. Menos silencio, ya os puedo yo garantizar que habrá de todo.  El motivo que nos dará el impulso para buscar e inventar ingeniosos disfrazas es el 75 aniversario de la película Casablanca. En este marco del cine clásico, la conmemoración del estreno de Casablanca, un 26 de noviembre de 1942, nos transportará a la época y ambiente imperante del cine en blanco y negro, aunque con un toque más de color. Ya tenemos el pretexto; ahora solo nos falta empezar a preparar. Pruebas y disfraces, todo relacionado con el cine clásico.

Desde luego, hay quien no le ve bondad alguna a esta actividad, que les parece un absurdo o que apoyan férreamente que no sirve para nada. Pero nada más lejos de la realidad, ya que durante esta jornada (y los días previos a la misma), los alumnos buscan información sobre el cine clásico y también los profesores para elaborar sus pruebas en relación con dicha temática. Asimismo, los estudiantes dan alas a su creatividad y discuten y aportan argumentos para convencer a los otros miembros del grupo de cuál es el mejor disfraz y cómo se puede conseguir una mejor “puesta en escena” o cómo conseguir el disfraz más económico pero más ingenioso a la vez, ya que el disfraz también puntúa. Además, ponen en esta actividad todo el entusiasmo que, tal vez, en otras actividades cotidianas no ponen, y ese día vienen al instituto ¡a jugar! Solo el hecho de salir de la dinámica general hace que ese día se espere con ilusión cara al año próximo. El instituto y todo lo que conlleva, profesores incluidos, se transforman en la cara más amable de esta institución educativa. (En estos momentos echo en falta los emoticonos del móvil… cuánto bien y cuánto mal han hecho, pero la comunicación escrita adolece de esos guiños tan graciosos que suplantan el lenguaje no verbal). Durante el juego, los alumnos toman cercanía con los profesores que participan con ellos y cambian ese concepto que, a veces, suelen tener de nosotros (me incluyo) al vernos correr, disfrazados, riendo y saltando, actuando y poniéndonos nerviosos en ese papel de concursantes que deja ver, sin duda alguna, el lado de nuestra infancia que nunca muere. Y eso, señores, debe ser una enseñanza sin duda.

Por ello, yo pongo todo el entusiasmo que puedo en hacer e inventar pruebas incluso para el conserje, en colaborar con los alumnos que también deseen participar, les dé clase o no. Les sugiero disfraces, les doy pistas, los motivo… Es divertido y gratificante a la vez observar cómo durante esta semana se respira otro ambiente; los corrillos de conversaciones de los recreos versan sobre cómo se van a disfrazar; los profesores comentan–algunos en secreto- en qué va a consistir su prueba, porque todo transcurre con emoción y entusiasmo. Y algunas voces les dicen a los nuevos compañeros con una sonrisa en la cara: “merece la pena verlo, pero sobretodo, vivirlo”. Es por ello, por todo ello, que se me ha ocurrido escribir este artículo con el mismo arrebato que me caracteriza y que me impulsa en todo lo demás.

Alicia León León

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